viernes, 7 de diciembre de 2012

Día 46 - Más policías, y un vecino observador (7/12)

Más policías, y un vecino observador.

Con retraso, ya que tras la tormenta del jueves y la “nube tóxica” la sala de audiencias no estaba en condiciones de ser utilizada, apiñados en otro salón del edificio, comenzó la audiencia con el testimonio del inspector Pablo Marcelo Miño, el policía que dirigía el grupo de combate que estuvo presente en el lugar, a metros de los integrantes de la patota, y que fue retirado del lugar por sus superiores unos minutos antes del inicio del ataque.

Miño contó que llegó con seis o siete hombres a su cargo temprano, y se apostaron sobre el andén, desde donde vio llegar, en dos tandas, a los ferroviarios, que totalizaban unos 80. Un rato más tarde, oyó voces y bombos, y vio otro grupo de personas que iba por la calle paralela a las vías. Como se produjeron insultos y pedradas, pidió instrucciones por el equipo de trunking al comando, que le indicó reportarse por la frecuencia de la Dirección de Operaciones, que le dijo que se quedaran en esa posición. Un rato después, su jefe, el comisario Ponce –que escuchamos la audiencia pasada- le ordenó “bajar a Constitución por si el problema seguía allá”, por lo que se fueron, previo modular a la Dirección de Operaciones su retirada.

Fue contundente, seguramente sin darse cuenta de lo que decía, cuando describió que “sobre las vías estaban los jefes, los comisarios Mansilla, Ferreyra y Ponce, el subcomisario Premuda, y otros policías con el ‘uniforme uno’, es decir, camisa, pantalón y chaleco. Nosotros estábamos a 5 metros de los incidentes, los jefes estaban con los ferroviarios, hablaban con ellos”.

Luego fue el turno de Fernando Daniel Cozzarín, que era el jefe calle de la comisaría 30ª en octubre de 2012, y hoy está retirado. Su turno terminaba a las 12:00, pero como su relevo (el oficial Domínguez, que ya declaró) no había llegado, tuvo que ir cuando, al filo del mediodía, desplazaron los móviles de la comisaría a Luján y la vía. Allí vio “un grupo de personas que manifestaban por la calle, serían unas 50 o 60 personas, y a 100 o 150 m. había otro grupo sobre las vías. Los del terraplén eran ferroviarios. Los que estaban caminando se quejaban de los insultos que recibían de arriba. Bajé del móvil para entrevistarme al subcomisario Garay, que ya estaba ahí con los de la calle, 5 o 6 personas del Polo Obrero le estaban reclamando no sé qué cosa, así que no quise interrumpir. La gente ésta pasa atrás nuestro, hacia la avenida, y en eso me llama mi relevo que ya había llegado, así que subí al patrullero con el chofer y bajé a la dependencia”.

Nerviosa quedó la defensa del comisario Garay, frente a la reconstrucción del momento en que los compañeros del PO increparon a la policía por no haber actuado cuando fueron apedreados desde las vías.

Llegó luego el comisario Gustavo Luis Carca, Superintendente de Seguridad Metropolitana de la PFA en 2010. Repitió, a pedido de las defensas policiales, la cantinela que se dice y no se cumple nunca: “Tenemos directivas generales de actuación: no llegar a la confrontación, tratar de consensuar, hacer de mediadores entre las partes en conflicto, gestionar las audiencias para descomprimir”. De tanto que lo venimos escuchando, ya nos agarró la duda sobre quiénes serán, entonces, los desgraciados que se disfrazan de policías para reprimirnos en las movilizaciones...

Mostrando que en todos lados la burguesía tiene internas, y la policía, como fuerza a su servicio, no es excepción, Carca dijo exactamente lo contrario que su colega Berard en la audiencia anterior: “En la Sala de Situación, los operadores pueden tomar decisiones que no requieran autorización”. Así, quedó claro que, además de la responsabilidad obvia del director de Operaciones, el comisario Lompizano, sus subalternos, Conti y Echavarría, tenían un ámbito de autonomía.

El tercer testigo, también policía, fue el comisario mayor retirado Ricardo José Ortega, que era el jefe del Departamento de Orden Público que depende de la DGO, desde donde, a través de la División Planificación de Servicios se diagraman los que se ordenan cada día.

A partir de ahí, fue, de nuevo, el país de Nomeacuerdo. Preguntado una y otra vez, el comisario no pudo recordar cómo se armó el servicio del 20 de octubre; no recordó quién lo pidió, en fin, como si hubiera sido un episodio menor y sin consecuencias, nada de lo ocurrido entre el 19 y el 20 de octubre de 2010 dejó una impronta en su memoria.

Finalmente, fue el turno de Ángel Miguel Oga, que vivía para la época en Luján 2390, es decir, apenas pasando del otro lado del puente. En esa época, la casa estaba en construcción y él estaba en la entrada con otras dos personas. “Salimos a mirar, y vimos personas sobre la calle Luján, pasando Buen Ayre, con carteles rojos del Polo Obrero que estaban retrocediendo hacia Vélez Sársfield. Arriba de las vías había personas insultándolos, incluso hubo cascotes, gritaban ‘zurdos de mierda, los vamos a matar’. No pude ver bien cuántos eran en ese momento, como son cuatro vías sólo veía los que estaban más al borde. También había dos patrulleros, puestos sobre la calle Santa María del Buen Ayre en la esquina con Luján. Sobre la vía vimos por lo menos una persona de traje con handy, era evidente que era un comisario o algo así. En eso bajó un grupo chico, cinco o seis, de la vía, y hablaron con los policías. Cuando estas personas terminan de hablar con ellos, la policía se retira con los móviles.

En ese momento para un Fiat Siena o Palio bordó o borravino, en Luján 2380, la casa de al lado de la mía, y veo dos personas que bajan del auto. Uno llevaba una mochila, bolso o morral. Yo soy militante desde los 15 años, por la forma y el peso me di cuenta que ahí llevaban armas. Yo puedo aseverar por el peso, la forma, que eran armas o hierros. Estos tipos se acercan a la esquina de Bosch, y en segundos bajan muchos, y ellos se juntan con los que bajaban. Uno con pantalón de jean llevaba el morral.

Los que bajaron eran una cantidad importante, 80 o 100, y salen corriendo hacia el grupo de las banderas rojas. Había una especie de división de tareas, un sector que por la vestimenta parecían ser trabajadores, otros que no. Los del PO hacen un intento de armar una defensa, evidentemente retroceden rápidamente, con un grupo de jóvenes adelante, con palos. El momento del encontronazo ya está a 200 metros de donde estoy yo, pero escuché más de diez disparos de distinto calibre, tres por lo menos: unos sonaban a 22, una semiautomática, los otros no los identifiqué. Yo sé de armas porque estuve en la Resistencia Peronista. Como a los 8 o 10 minutos aparecen de vuelta los patrulleros”.


Y siguió: “Hubo un momento de confusión grande, los tipos discuten si siguen o se van, ya había un helicóptero de la policía sobrevolando. Entonces el grupo que bajó de las vías vuelve a subir y retroceden para Avellaneda. El Palio o Siena se fue, pero ni vi cuándo. Los policías de los patrulleros cuando volvieron se pusieron a mirar, no tomaron intervención para nada”.

La claridad de la declaración contrastó con algunas confusiones sobre la forma de su declaración en la instrucción que las defensas quisieron aprovechar para desacreditarlo. Este hombre contó que, enterado de que había presenciado un ataque criminal con el resultado de una muerte y varios heridos, recurrió a un viejo conocido de su militancia, el cuñado de Aníbal Fernández, Héctor Metón, que lo puso en contacto con el juzgado y la fiscalía. Aseveró que se negó a firmar su declaración testimonial (que, sin embargo, aparece suscripta con un “garabato”, como dijo el presidente del tribunal), si no le garantizaban la reserva de su identidad, “porque sé lo que son los vueltos sindicales, y entonces vivía ahí nomás, a 2º metros de la vía”.

Lo que no manifestó con claridad el testigo surge del expediente: efectivamente, cuando declaró, el 18 de febrero de 2011, se reservó su identidad, de modo que el acta no contiene sus datos personales, pero luego, cuando no aceptó incorporarse al Programa de Protección de Testigos y no concurrió a una nueva citación, se dejó sin efecto la reserva, y por eso, varios meses después, se glosó el acta original, donde figuran su nombre, domicilio y demás referencias. Ahora, dijo, se animó a volver a declarar porque ya no vive en Barracas.

Sobre el final, se diluyó cualquier sospecha sobre la veracidad del testimonio cuando se mostraron al Sr. Oga las imágenes iniciales del video obtenido por C5N, que enfocan con el zoom las vías, y allí pudo señalar, no sólo su casa en obra, sino su propia imagen, asomado a la vereda en el preciso momento que la patota inicia su carrera hacia los compañeros.

La audiencia culminó con algunas decisiones que el tribunal había dejado pendientes. Por una parte, rechazaron la citación pretendida por el abogado Igounet de Elisa Carrió, que nada tiene para aportar al debate (ni a nada). En cambio, se admitió el pedido de nuestra querella de incorporar un artículo periodístico recientemente publicado en el diario Perfil, donde Diego Rojas entrevistó a un ex congresal de la Lista Verde, Germán Aguirre, que le contó cómo organizó la UF la patota para ejecutar el ataque y dio muestras de conocer importante información sobre los negocios y actividades de la burocracia. Aguirre y Rojas declararán después que termine la ronda de peritos que se espera para la semana que viene.

A medida que nos acercamos a las etapas finales del juicio, se va viendo, cada vez más claramente, que ni la patota, ni sus jefes sindicales, ni los policías, tienen salida.

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